LECCIÓN 149
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.”
(137) “Cuando me curo no soy el único que se cura.”
(138) “El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.”
PRÁCTICA LARGA:
Aquiétate durante 5 minutos, en dos ocasiones en el transcurso del día, preferiblemente una en la mañana y la otra en la noche. Respira lenta y profundamente y mientras te vas relajando con la respiración, ve introduciendo en tu consciencia las siguientes palabras:
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.”
Después de unos minutos en que introduces esta frase, en la que afirmas la indisoluble unidad de tu mente con la de Dios, en la que excluyes de tu mente cualquier pensamiento contrario al amor, procedes a incluir las dos ideas de repaso, así:
(137) “Cuando me curo no soy el único que se cura.”
(138) “El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.”
Repite estas dos ideas ”sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos.”
Y en la medida que estas palabras se asientan en tu consciencia, te relajas y te dejas ir de la mano de Quien nos guía con amor y “Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz.”
PRACTICAS CORTAS Y FRECUENTES:
Cada hora te aquietas durante un minuto y pasa un momento de recogimiento con el pensamiento que empezó el día, cierra los ojos y las repites lentamente para tus adentros.
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.”
(137) “Cuando me curo no soy el único que se cura.”
(138) “El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.”
Terminaremos este día de práctica tal como lo empezamos, con una meditación de 5 minutos en la noche.
EL AMOR COMO LA ÚNICA ALTERNATIVA:
Vivimos en un mundo en el que parece que nuestras mentes están divididas, oscilamos entre el miedo y el amor, entre el conflicto y la paz, entre el sufrimiento y la felicidad. Pareciera que nunca nos fuéramos a liberar de esta cárcel de emociones duales, pareciera que tuviéramos que aceptar que a nuestro interior conviven el ángel y el demonio. Pareciera que todo lo “malo” que nos sucede tendría un culpable: los otros, y con ello creemos preservar nuestra inocencia, y cuando nos damos cuenta que no es así, descargamos las culpas sobre el cuerpo. Aparece la enfermedad, que junto con la muerte, son una negación de la verdad, la creencia que el Hijo de Dios es falible, mortal, que se le puede destruir o matar, la creencia que un pensamiento ilusorio y temporal puede destruir la eternidad, y proclamar el dominio del ego sobre Dios. Afortunadamente la verdad es la verdad, y nos provee de la ayuda para despertar de este sueño de separación, para ello tenemos que tomar una decisión: Elegir al Cielo como la única alternativa real por la que tenemos que optar. Cuando nos decidimos por Dios, la Voz que habla por Él nos guiará por el camino de retorno a la unidad, nos mostrará como perdonar, y al sanar nuestra mente, comprobamos que también sanan las mentes que caminan con nosotros, pues ya no son nuestros enemigos, sino nuestros hermanos que hemos reconocido a través del perdón. La separación desaparece la unidad se restablece, el amor se reconoce a sí mismo e ilumina con su luz un nuevo mundo, un mundo perdonado, un mundo en paz, el Cielo nos abre sus puertas una vez nos decidimos por Él.
Bendiciones
Oscar Gómez Díez
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